miércoles, 22 de julio de 2015

Adiós

Uno de mis grupos favoritos me está diciendo que le dediquemos un instante a los finales que no quisimos, pero que llegaron al decir adiós.
¿Cuántos kilómetros de mensajes, de conversación? Dos amantes enlazados por un fino hilo rojo, como esa leyenda japonesa. Como si un hilo fuese irrompible, como si por el simple hecho de estar tuviese algún poder. Las cosas no están. Se ven, se tocan, se sienten, pero no se dedican simplemente a estar.
Sé que resulta un concepto romántico, casi cursi, pero es todo lo contrario. Desmonta decenas de miles de "te quiero" y mata relaciones que no dan sentido a la vida de nadie.
Y nos preguntamos qué pasó. Lo gritamos y produce eco, y eco, y más eco. Y descubrimos que no es eco, que es solo el ruidoso dolor que se ha instalado en tu pecho y sacude tu mente, y se repite en cada recuerdo.
Ya ni es amor, es pena.
Pena a que, el que un día fue el fuego más vivo de todo San Juan, hoy son solo pequeñas ascuas que se apagarán en minutos.
Minutos para prepararse un adiós. Un adiós lo suficientemente fuerte para recorrer los kilómetros de conversación, para restaurar nuestro roto hilo rojo, para sentir todo lo que antes no sentimos.
Y decidir que los adiós no son definitivos.
Porque merece la pena jugársela una vez más.

domingo, 19 de julio de 2015

Lo que nace se apaga

La reina de mis conversaciones, la que por la mañana era la sonrisa vidente de la tarde. Pensaba que acabaría de otra manera, la verdad. No dos perfectos desconocidos, dos tristes hola y adiós. La que daba lo mejor de mí, esa eras tú.
El maestro Dani Martín dice que somos la tinta de un libro que llega a un final, que está todo escrito ya. Pasamos de ser los primeros a ser uno más. Los primeros a los que acudíamos a reír o a penar. Ahora somos un saco de secretos y confidencias entre una multitud. Ahora soy uno más, algo estancado, en el círculo que te rodea.
Quien me iba a decir que deberías haberte ahorrado el "mucho", cuando no llegaba ni a suficiente. Que esa niña que contaba sus inseguridades, la que era un libro abierto pero de tinta invisible para los demás, pasaría su página de forma tan rápida. Que aquellas veces que decías que era especial, no me considerabas especial. Y que cuando hablábamos de ir a contracorriente, me abandonabas para hacer una carrera de frente.
Ya que estamos hablando de que todo lo bueno se acaba y de la maldita verdad, hablemos del silencio que nos acompaña. Quieres hacer de mí un paréntesis en tu vida, y yo me dejo, por orgullo, o por dignidad, o quizá es que no puedo obligar a nadie a tenerme. Pero me duele este silencio. ¿Por qué maldices la verdad, Dani? Por lo menos es lo que nos queda, amigo.
Menos mal que tengo a la noche y a esta canción para explicarme lo que no he querido entender. Que eras primera, el ojito derecho, tan guapa la reina del que era tu reino, y ya todo se ha ido. Y quien despierta solo y camina con la soledad, soy yo.
Pero no te preocupes, lo superaré.
Porque todo se hizo hielo, y aunque el hielo también quema.
Solo lo hace antes de insensibilizarte.